Candyman de Nia DaCosta: como crear una secuela de cine de terror poderosa

Candyman de Nia DaCosta triunfó en la taquilla y demostró que el género de terror, sigue cautivando al público…pero también demostró que una secuela puede captar lo mejor de la película original.

Candyman de Nia DaCosta triunfó en la taquilla internacional y demostró que el género de terror, sigue cautivando al público. Pero también demostró algo más: una secuela puede captar lo mejor de la película original. Un fenómeno no demasiado frecuente que el film de DaCosta demostró a través de una inteligente ejecución y una cuidadosa puesta en escena. 

Candyman (2021) de Nia DaCosta, sorprendió a la crítica y al público. Basada en la película de Bernard Rose del mismo nombre estrenada en el ’92, es una reinvención del icónico monstruo. Pero también, una inteligente mirada a cómo crear secuelas exitosas y respetar el material original. 

Si la franquicia se había convertido en un slasher sin demasiado que ofrecer, la nueva versión es una compleja caja de los misterios. Una en la que, además, la directora supo construir un complejo recorrido a través a través de la memoria colectiva.

La película es la demostración que el género de terror tiene mucho que dar con respecto al lenguaje cinematográfico e incluso, como obra de autor. Pero en especial, es una sorpresiva mezcla de todo tipo de elementos exitosos que convirtió a la historia base en algo nuevo. 

El Candyman de Bernard Rose, basado en un relato de Clive Barker, es una minuciosa mirada al tiempo y al miedo cultural. La secuela de DaCosta, usa los mismos elementos, pero, además, elabora un discurso basado en la herencia del mal como una premisa total. 

Sin tomar en cuenta el resto de las secuelas, Candyman se convirtió en una leyenda, un mito y una secuencia de horrores. Y la película en quizás, una de las películas de terror con mejor estructura de los últimos años. Te dejamos como Candyman redimensiona el terror basado en cinco referentes clásicos. 

El terror silencioso en Candyman 

DaCosta sabe que se dirige a una audiencia que no es fácil de sobresaltar. De manera que recurre a uno de los recursos más viejos del cine: el espacio y el contexto. Las secuencias avanzan en medio de pequeños lugares claustrofóbicos que utilizan la luz como puntos focales inmediatos. Pequeñas insinuaciones del mal en medio de la oscuridad.

El miedo y los secretos en Candyman 

En Candyman, el horror no se muestra de inmediato. Con un manejo impecable de la luz DaCosta, dirige la mirada del público hacia lugares poco frecuentes. Paredes vacías, obras de arte interactivas, espejos y juegos de sombras, la directa analiza el miedo con cuidado. Pero sobre todo, construye un espacio agresivo y poderoso que termina por desorientar al espectador. 

En Candyman la tensión va en aumento

DaCosta está consciente que el miedo es una reacción a lo anormal, por lo que muestra el horror como un elemento invisible e inquietante. En Candyman, la atmósfera lo es todo. Pero sobre todo, la capacidad del guión para sostener el miedo a través de un punto de vista subjetivo. Lo que ocurre podría ser real o solo parte de una alucinación. Sin embargo, DaCosta encuentra como enlazar la dualidad del discurso en algo más elaborado. El miedo convertido en símbolo.

 Terror de lo oral: un viejo relato como forma de miedo

Candyman es una leyenda urbana. Para asumir el reto de crear un clima malsano alrededor de un relato, DaCosta recurre al terror que se insinúa. La directora se toma un considerable tiempo para mostrarlo de de forma directa. También, se apoya en la película original para mostrar que Candyman es además de un monstruo, un legado nacido de la violencia. 

La repulsión del miedo, lo sensorial como punto central 

Candyman juega con la convicción del mal originario. Pero también, esa noción íntima sobre lo que nos repugna como impulso primitivo. Lo hace a través de símbolos como las abejas que rodean al personaje y la forma como el cuerpo se convierte en rehén de lo invisible. De la misma forma que el relato de Barker y la película de Rose, Candyman es una condena. Pero para su nueva versión, también es la traducción del miedo contemporáneo y la crítica social. 

La deshumanización y el terror como puerta abierta hacia el miedo

En su película del 2001 “Little Otik”, Švankmajer juega con la deshumanización y la premisa del horror desde lo absurdo en medio de lo cotidiano. “Little Otik” es de hecho, un gran mirada a lo alegórico, siempre desde lo siniestro. Basada en el cuento checo “Otesánek” de Karel Jaromír Erben, reflexiona sobre la maternidad, el dolor, el duelo y el odio a través del horror metafórico.

DaCosta utiliza el mismo recurso para plantear a Candyman desde la premisa que el monstruo encarna al mal cultura. De la misma forma que las abejas que simbolizan lo sobrenatural, Candyman metaforiza el sentido de la injusticia. Un tema que ya Bernard Rose había tocado en la película original, pero que ahora se hace más poderoso. 

El miedo como vanguardia estilística

Para la película “Psicosis” (1960), Hitchcock creó una visión del terror basada en una propuesta estética impecable. Además, añadió una banda sonora que para la época, resultó todo un experimento desconcertante. 

DaCosta usa los mismos recursos en Candyman y convierte la película en un experimento visual poderoso. Desde los espejos que narran la historia en segundo plano, hasta el soundtrack que toma lo mejor de Philip Glass y lo subvierte en algo nuevo. La película toma todo tipo de riesgos que son quizás, los puntos más fuertes de su argumento.

Aglaia Berlutti

Aglaia Berlutti es abogada, fotógrafa y escritora, ha dedicado buena parte de su trabajo profesional en ambas disciplinas a la profundizar en la iconografía femenina, con especial énfasis en la mujer que crea y la divinidad femenina. Actualmente se desempeña como profesora de Autorretrato, fotografía en Film e historia de la fotografía en Venezuela en la Escuela Foto Arte, fotógrafa independiente y editora en la revista dedicada a la temática del horror Penumbria de México.

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