Buscando en el diccionario la palabra hostil aparece contrario o enemigo, voy adelante con esto y veo que hostilidad es agresión armada de un pueblo, ejército o grupo, sigo buscando y veo que hostilizar es agredir a enemigos. / atacar, agredir, molestar a alguien con insistencia. Finalmente me encuentro con que hostilmente se refiere a la manera propia de la persona hostil.
Lo que me hace concluir, tal vez de una manera muy simple que ¨hostilmente¨ es el comportamiento que muestra un enemigo o un contrario que forma parte de un grupo enemigo.
Conversando con unos amigos hace unos días, salió a flote el tema de la violencia en la arquitectura y resultó ser tan profundo y filosófico que amerita una revisión en varios niveles.
Es más sencillo de abordar el tema de la arquitectura hostil aunque no deja de ser controversial y polémico porque incluso está de moda actualmente.
Tratando de entender el concepto pareciera que la arquitectura hostil es la arquitectura del enemigo o la arquitectura enemiga ¿y eso que es? ¿quién es el enemigo y cómo es su arquitectura?
Cuando los romanos conquistaban una ciudad, una de las formas de dominación principal consistía en imponer una estructura urbana a esa ciudad, población o territorio que respondía a un plan de dominación y control político para ello insertaban en el lugar conquistado dos ejes principales, intentando que coincidieran con la estructura urbana del territorio, eran el cardo máximus de dirección norte – sur y el decumanus máximus de dirección este – oeste. Donde se cruzaban los ejes se desarrollaba el foro romano, ese espacio abierto, esa plaza donde se generaba una cantidad importante de eventos públicos. Al hacer esto los romanos estaban sustituyendo y a la vez integrando, buscaban imponer la cultura romana sobre cualquier otra.
Lo mismo sucedió en América, los españoles por ejemplo impusieron un desarrollo similar al de los romanos en las ciudades latinoamericanas.
Este acto de conquista y colonización implica violencia y hostilidad, no solo de parte del conquistador, con certeza también de parte del conquistado. Así podemos ver como a lo largo de la historia la dominación de una cultura sobre otra lleva consigo la imposición de una arquitectura ajena de la que se vanagloria el conquistador, pero esa arquitectura hostil, ese choque entre la que se impone y la que ya estaba en el lugar genera con mayor o menor fuerza un sincretismo cultural inevitable y sin duda enriquecedor.
El asunto es tan extenso y apasionante como el desarrollo de la humanidad, pero al indagar sobre la arquitectura hostil de la que se habla de nuevo en estos días y digo de nuevo porque el tema viene de la década de los años 60 del siglo XX o incluso antes, me consigo con unas posturas tan radicales que a mí en lo personal me generan muchas dudas porque creo que califican a la arquitectura de enemiga, de hostil cuando en realdad ella es una consecuencia y no la causa verdadera de un problema más complejo de violencia y hostilidad ciudadana que nos aqueja en estos días.
Quienes se han dedicado al tema de la arquitectura hostil la presentan como una estrategia de diseño urbano que busca controlar a los usuarios, principalmente, de los espacios públicos. Esto se debe al deterioro y mal uso que reciben ciertos espacios por parte de grupos sociales de la más diversa índole y procedencia. Esta estrategia de diseño ha dividido la opinión de los ciudadanos, tanto de los especialistas, ya arquitectos, urbanistas, ingenieros, antropólogos, sociólogos, abogados entre otros como del público común y corriente.
Veamos algunas causas de las que hablan los defensores de la arquitectura ¨hostil¨.
- Vandalismo generalizado de edificaciones y espacios privados y semiprivados.
- Robo y destrucción del mobiliario urbano: barandas, escaleras, paredes, jardineras, bordes, etc.
- Uso indebido del espacio público: aceras, calles, plazas, jardines, parques, etc.
- Desecho de basura, escombros y objetos en la vía pública.
- Exceso de indigentes en plazas y otros espacios públicos.
Veamos que argumentan los que están en contra de esta arquitectura ¨hostil¨.
- Elimina el carácter de espacio público libre por espacio público de acceso restringido.
- Imposibilita el libre albedrío en la calle.
- Es excluyente, promueve divisiones sociales.
- Es una herramienta aporofóbica. Excluye la pobreza y a los pobres.
- El mobiliario urbano carece de confort para los usuarios, es agresivo e incómodo.
Tanto los argumentos de detractores como de defensores vienen de ciudades bastante civilizadas, inglesas, españolas, norteamericanas, danesas, alemanas, francesas y también de algunas latinoamericanas como Buenos Aires o Santiago de Chile.
Una serie de activistas de los derechos humanos y derechos ciudadanos llevan el debate al campo de arquitectos y urbanistas quienes reciben el reclamo por una serie de aditamentos arquitectónicos que aparecen en distintas ciudades para evitar el uso indebido de los lugares públicos. La discusión se centra en una de las respuestas, en este caso la arquitectónica que se da a un problema y no se revisan, ni analizan las causas muy variadas del problema de lo público.
Cada mañana cuando salgo de mi casa para ir al trabajo o al mercado o simplemente a caminar, recorro unas aceras rotas, llenas de basura, con los automóviles estacionados sobre la acera, aparte de eso el recorrido muestra como cada vecino ha ido modificando la salida de su casa a su antojo, es decir que unos quitan la acera, otros la inclinan para su estacionamiento, hay una familia que ha colocado unos barriles en la calle, si unos barriles, más abajo una señora atraviesa un carrito para vender empanada y tequeñones en la acera y los transeúntes tenemos que caminar por la vía de los autos, en la acera del parque que es más ancha y tiene jardines los indigentes duermen, comen, defecan y por supuesto todo está sucio y maloliente, más abajo una institución gubernamental cercó media calle y le quito dos canales de circulación a los vehículos y así puedo seguir interminablemente describiendo la situación del espacio público en Caracas por aquí por donde vivo.
Es que esta ciudad es hostil, no es la arquitectura, es la gente, somos todos aquí los que somos hostiles entre nosotros y con el ambiente en el que vivimos. Eso pasa porque no se respetan las normas de convivencia que existen. Hay leyes, reglamentos, normativas, permisología que se leen y se engavetan, salen a flote cuando algún funcionario ve la posibilidad de conseguir algún soborno para otorgar algún permiso y dejar todo cual Bella Durmiente.
La realidad es que si no respetamos nuestras regulaciones, sin no respetamos los acuerdos que hemos tomado en alcaldías, gobernaciones y demás instituciones que nos hacen país, poco o casi nada puede el diseño arquitectónico asumir la responsabilidad de la situación en la que se encuentran nuestras ciudades. Todo el que se sienta agredido, esté en la posición que esté: dueño o invasor, peatón o automovilista, ente privado o público, indigente o millonario, el que sea intentará resolver su problema como mejor le acomode. Colocará rejas, muros, muros con tendido eléctrico, eliminará jardineras y jardines, eliminará asientos y muretes o les colocará aditamentos que los hagan inutilizables para sentarse o acostarse, colocará vigas en la acera para repeler los autos y así cualquier otra idea ingeniosa o espantosa para proteger el espacio que considera suyo y que le está siendo agredido o arrebatado.
Esta situación conduce a una carencia de arraigo territorial porque genera un desprecio por el lugar en el que nos movemos a diario y una desconexión social porque el otro ya no es un vecino amigable, es una gente que molesta y eso promueve una hostilidad generalizada.
Como consecuencias se observa la auto segregación, por ejemplo se enrejan y cierran calles en distintas urbanizaciones, se diseñan y construyen urbanizaciones cerradas, la ciudad se fracciona, se llena de guetos.
¿Es lógico aceptar esta situación?
Hay una serie de problemas subyacentes que no se están entendiendo o no interesan y por lo tanto no se atienden.
- Desconocer leyes y reglamentos urbanos nos hace vulnerables y nos lanza al caos.
- Si creemos que los problemas del espacio público no son de cada uno de nosotros, si pensamos que son de otro también aceptamos que la responsabilidad es de otro y al hacer esto estamos cediendo nuestro derecho a decidir sobre lo que queremos para nuestras ciudades.
- La convivencia no implica armonía absoluta, hay que analizar los problemas, hacer acuerdos y ponerlos en práctica.
- Es necesario ponerse en el lugar del otro para manejar las distintas perspectivas de una situación o de un problema.
- Hay que probar soluciones y corregirlas o cambiarlas cuando no funcionan.
- La ciudad tiene espacios jerarquizados, necesita diferencias de escala, ajuste de proporciones y es importante que los ciudadanos lo sepan, los reconozcan y los manejen.
- Cuando un espacio público es hostil, lo es para todos.
La arquitectura es una respuesta física a una situación que tiene que ver con la realidad de una sociedad que presenta problemas de distinta índole y procedencia.
La reflexión que deberíamos hacer es sobre qué tipo de ciudadanos queremos ser y entonces pensar en que tipo de espacios públicos necesitamos y queremos tener en nuestras ciudades.
Los habitantes de las ciudades son de la más variada índole, mujeres y hombres, hay niños, adolescentes, adultos y ancianos, hay los deportistas y los dedicados a la contemplación, los trabajadores y los jubilados, los ricos, los pobres y los que trabajan duro que también merecen un espacio público que los acoja.
En el caso complejo de los indigentes hay que entender que no es un solo grupo único sin distinción, por el contrario son variados en edad, condición física y estigmatizaciones, estos son los más vulnerables y desprotegidos, entre ellos hay que diferenciar los que por su situación social, familiar o económica han quedado en la calle, también están los enfermos mentales, los drogadictos, los abandonados, los inválidos.
Esta gente molesta mucho nos molesta a todos pero todos nos hacemos de la vista gorda para buscarle solución al problema, solo nos quejamos y seguimos de largo. No nos ocupamos de las políticas sociales que deberían aplicarse para ayudar o atender a estos grupos sociales preferimos quitar los bancos de las plazas, eliminar los bebederos y baños públicos, no se construyen albergues, ponemos cercos eléctricos, enrejamos los edificios y los obviamos cuando los vemos registrando en la basura.
La solución no está en la arquitectura por sí misma, la arquitectura da respuestas a situaciones sociales que los ciudadanos identifican y deciden solucionar con o sin empatía. No puedo evitar asociar todo este asunto con el chiste aquel del alemán que al llegar a su casa encuentra a su mujer con el amante en el sofá y su solución es botar el sofá.
Los asuntos públicos nos competen a todos, no solo a los políticos de oficio, así que ya sabe si quiere cambiar la situación de su ciudad ocúpese de la política porque como lo explica el diccionario, la política es la actividad de cada ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto o de cualquier otro modo.
Así que antes de centrarse en la arquitectura por favor céntrese en la política.
No es fácil pero es urgente.
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