Cuando por 2019 buscaba información para una de mis clases de historia de la arquitectura me encontré por casualidad con Francis Kéré, su trabajo arquitectónico me atrapó, no solo por lo telúrico de su obra sino por hacerme reordenar mi mirada poniendo atención en una parte del mundo que desconocía.
He de confesar que al pensar en África dejaba de lado la civilización y me concentraba en los animales salvajes, leones, rinocerontes, elefantes y gorilas, es decir mi visión de África era como de zoológico o de Tarzán con la única excepción del antiguo Egipto sus pirámides, sus templos y sus faraones por razones obvias.
Tal vez sea porque África, que es un continente enorme, también está lleno de unos problemas sociales que asociamos a una pobreza endémica y parecemos olvidarnos de que en Latinoamérica también tenemos problemas relativamente similares, es ese asunto de querer tapar el sol con un dedo, negar la realidad y negarnos a aprender de ella.
Así que a través de Kéré comencé a revisar que sucedía con la arquitectura africana del siglo XXI para encontrarme con un movimiento interesante y diverso, pero con algo en común: el activismo social que busca resolver problemas propios sus pueblos. Allí está Kunlé Adeyemi de Nigeria, Senamé Agbodjinou de la República de Togo, David Adjaye de Tanzania, Linda Mvusi de Suráfrica y Diébédo Francis Kéré de Burkina Faso quien acaba de ser galardonado con el premio Pritzker 2022.
Este premio que aparte del honor y el prestigio recibe la nada despreciable suma de cien mil dólares, lo crea Jay Pritzker en Chicago, Estados Unidos en 1979 y desde entonces se entrega anualmente a un arquitecto cuya obra muestre un aporte valioso a la humanidad. El jurado está integrado por los galardonados anteriores que estén vivos y distintas personalidades del mundo académico internacional.
Kéré nació en Gando una aldea de Burkina Faso sin electricidad y sin agua potable donde no había escuelas por lo que siendo un niño su papá lo envío a estudiar a otro pueblo, así fue el primer niño de Gando que aprendió a leer y escribir, ese esfuerzo que hizo la comunidad de Gando, Kéré lo ha sabido retornar con creces. Se convirtió en arquitecto y antes de graduarse ya había construido la primera escuela de su aldea y lo más valioso a mi manera de ver y creo que es una de las causas por las que le otorgan el Pritzker a él y no a otros arquitectos africanos que tienen también una obra meritoria es por lo que hizo Kéré con su gente.
Francis Kéré estudiando en Berlín logra reunir 50.000 dólares y regresa a Gando a construir la escuela con la que soñaba, pero más soñaba con mover a la gente de su aldea y demostrarles que juntos podían cambiar su realidad inmediata y que el esfuerzo valía la pena. No fue simple, requirió del trabajo de toda la comunidad y sobre todo convencerlos de que la tierra arcillosa de la zona les proporcionaría un material de construcción idóneo para la escuela y el dinero se usaría para las partes metálicas como ventanas, puertas y techos, junto a los requerimientos de la infraestructura.
Kéré venció el escepticismo de su gente y los niños de Gando tiene hoy una escuela funcional y bella.
Después se construyó la biblioteca que tiene una espacialidad y un manejo de la luz singular que le otorga la creatividad mediante la que Kéré decidió desarrollar la iluminación filtrando la luz africana al interior a través de las vasijas de barro hechas por las mujeres del pueblo. Estas vasijas seccionadas en anillos de diferentes tamaños perforan el techo dejando que múltiples rayos de luz inunden el espacio de movimiento y de un ambiente lúdico que envuelve a todo el que lo ve y no creo exagerado decir que es el espacio hecho poesía pura.
Aunque sea solo haya visto en fotos ese lugar, así como quería conocer New York o París ahora quiero alguna vez visitar Gando para conocer esa escuela, esa biblioteca y dejarme conmover por la grandiosidad de esa humilde arquitectura.
El premio Pritzker se ha otorgado ya durante 43 años desde 1979, es la primera vez que lo obtiene un africano y creo que, aunque las nacionalidades no son lo más importante no puedo dejar de hacer el conteo y ver solo cuatro latinoamericanos lo han conseguido, el mexicano Luis Barragán en 1980, los brasileros Oscar Niemeyer en 1988 y Paulo Mendes da Rocha en 2006 y el chileno Alejandro Aravena en 2016.
En la última década el Pritzker ha recaído sobre arquitectos que apuestan por la sustentabilidad, las soluciones arquitectónicas que consideran el aspecto social, un manejo responsable de la economía, así como el respeto y la recuperación del medio ambiente tanto a nivel local como global, por eso el comité que otorga el premio no se centra en un edificio sino que evalúa la totalidad de la intervención, es decir que se fija de manera transversal en el desarrollo del trabajo de los arquitectos y su impacto en la sociedad.
Burkina Faso es un país de África occidental con un poco más de veinte millones de habitantes, la mayoría son pobres porque el país es pobre y aunque el idioma oficial es el francés casi nadie lo habla, en cambio tienen más de cincuenta idiomas locales y una sucesión de gobiernos dictatoriales que van llegando al poder siempre después de algún golpe de estado.
Burkina Faso, antes llamada República del Alto Volta (1958 – 1984) no tiene salida al mar, pero si tres ríos importantes el río Mouhoun (Volta Negro), el Nakambé (Volta Blanco) y el Nazinon (Volta Rojo) además está el río Comoé, que fluye hacia el suroeste junto con el río Mouhoun, estos dos son los únicos con caudal durante todo el año permitiendo el riego de los campos de cultivo y el exiguo suministro de agua a la nación burkinesa. Aquí nació Diébédo Francis Kéré, quien superando su condición de niño pobre en un país convulsionado alcanzó a ver que las cosas pueden cambiar, si uno las cambia, él se propuso hacerlo y darle a su gente la oportunidad de cambiar también.
Esos pequeños cambios que van sumando y hacen un gran cambio, cambian el mundo y el mundo de Burkina Faso ha cambiado gracias a la labor de ese muchachito que salió de su aldea para aprender a leer y escribir, estudió primero carpintería después arquitectura, regresó y se convirtió en parte del cambio que su país necesita, que necesita África y todo el planeta.
La obra de Kéré se puede ver en internet, a parte de la escuela en Gando y la biblioteca, este arquitecto tuvo a su cargo en el 2017 el pabellón Serpentine Gallery en Londres con el concepto del árbol como lugar de reunión y un techo que recoge el agua de lluvia reconociendo la importancia del agua para Burkina Faso y Gando su aldea que tanto la necesita. Es una lástima que sea una pieza de arquitectura efímera que se monta cada dos años pero que bueno que Kéré pudo mostrar su idea en Hyde Park y los visitantes del parque pudieron disfrutarla.
Kéré también construyó en 2014 en la ciudad de Leo en Burkina Faso un centro quirúrgico y de salud usando tierra apisonada y ladrillos de tierra compactada.
Fuera de su país ha construido en Mali en 2010 un centro deportivo en el parque nacional Bamako consiguiendo recuperar los espacios del parque y que la población disfrutara tanto del deporte como de la naturaleza.
En Estados Unidos Kéré diseño el pabellón de madera para el Tippet Rise Art Center en Montana, una obra en la que igualmente utiliza el material que considera emblemático en la zona, vemos así una edificación soportada por troncos de madera de pino, la imagen se nos presenta como una plataforma flotante en medio de la naturaleza.
En California en el 2019 Kéré hizo una instalación junto a la Office Kovacs donde rinden homenaje al artista plástico Frank Stella con siete cactus fluorescentes y la obra de Kéré compuesta por doce torres cónicas de hasta 18 metros de altura que se remiten a los árboles de baobab que crecen en Burkina Faso.
Kéré a desarrollado en Kenia, el Startup Lions Campus es un TIC, centro de tecnología de la información y las comunicaciones, un centro emergente desarrollado en 2021, una versión a pequeña escala de Silicon Valley que promueve el desarrollo de jóvenes emprendedores interesados en las nuevas tecnologías, el centro con cien puestos de trabajo busca generar un desarrollo en la región que disminuya el éxodo de las nuevas generaciones en busca de otros lugares donde crecer profesionalmente y alcanzar un mejor nivel de vida.
Quiero cerrar mencionando a la publicación Ethic que en enero de 2019 hizo un artículo sobre Francis Kéré a cargo de Guadalupe Bécares, la nombro porque quiero cerrar este trabajo con la misma fábula con que ella abre el suyo, solo que yo pongo la versión completa de Herbert José Betinho de Sousa.
¨Cuenta la leyenda que un día hubo un incendio enorme en el bosque, todos los animales huían despavoridos pues era un fuego terrible. De pronto el jaguar vio pasar sobre su cabeza un colibrí en dirección contraria, es decir hacia el fuego. Le extraño sobre manera, pero no quiso detenerse, al instante lo vio pasar de nuevo en la misma dirección. Pudo observar este ir y venir repetidas veces hasta que decidió preguntar al pajarillo pues le parecía un comportamiento muy estrafalario: ¿qué haces colibrí? le preguntó.
Voy al lago – respondió él – tomo agua con el pico y la echo al fuego para apagar el incendio.
El jaguar sonrió.
¿Estás loco? – le dijo – ¿crees que vas a conseguir apagarlo con tu pequeño pico tú solo?
No, respondió el colibrí – yo sé que solo no puedo, pero ese bosque es mi hogar, me alimenta, me da cobijo a mi y a mi familia y le estoy agradecido por ello. Y yo lo ayudo a crecer polinizando sus flores. Yo soy parte de él y él es parte de mí. Yo sé que solo no puedo apagarlo, pero tengo que hacer mi parte.
En ese momento los espíritus del bosque que escuchaban al colibrí se sintieron conmovidos por la pequeña ave y su devoción hacia el bosque y milagrosamente enviaron un fuerte chaparrón que acabó con el incendio. ¨
La obra arquitectónica de Diébédo Francis Kéré ha ganado el premio Pritzker 2022 y creo que es un orgullo no para Gando, no para Burkina Faso, es un orgullo para el mundo que una trayectoria como la de Kéré sea reconocida y valorada pero más allá de eso Kéré es un ejemplo que debemos seguir por su tesón, por su sencillez y la humildad de su obra que la hace maravillosa, hermosa, cálida como el sol y la tierra africana.
Él hace su esfuerzo y nos recuerda que todos podemos hacer el nuestro por pequeño que sea.
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