Original, original …pues parece que Adán y Eva de ahí en adelante todos somos producto de influencias.
Cuando nace un ser humano, es como dicen por ahí una hoja en blanco, pero si se queda en blanco lo que tenemos es un tonto, esa hoja hay que llenarla con algo y ese algo serán las influencias que recibirá en principio de sus padres y después de la sociedad en la que crezca.
Todos seguimos patrones de comportamiento, eso que llamaban patrones de conducta y que ahora parece que no se llaman de ninguna forma para no herir susceptibilidades, pero no nos engañemos al ir a la escuela aprendemos comportamientos.
¿Cómo seríamos o cómo sería el mundo en el que vivimos si no existiera quien nos enseñara cosas desde que nacemos?
Pienso que la vida es maravillosa porque pese a miles de errores fatales hemos sobrevivido, la vida se ha mantenido y eso es entre otras cosas gracias a la acumulación de experiencias.
Acumulamos experiencias que recordamos y transmitimos a otros por eso estamos aquí.
Copiar no es malo, es una forma de aprender, sin embargo actualmente se valora y creo que en exceso la búsqueda de originalidad sin entender bien que es eso de ser original.
Sin más vueltas original es lo que está en el origen, en el punto de partida donde todo comienza.
Cuando tenía unos once años una compañera de colegio llegó de viaje con un maletín de colores de esos que se cerraban con un cierre y todo de plástico brillante.
Me pareció tan bonito ese sustituto del bulto de cuero que tenía yo y muchas otras de mis compañeras de clase que ya en mi casa cuando estábamos almorzando le dije a mi papá que ya no quería el bulto que quería un maletín, sin darle mayores detalles y pensando que él entendería perfectamente a lo que yo me refería. A los días llegó muy contento y me trajo un maletín ejecutivo, pues si un maletín ejecutivo negro, no me es fácil explicar cómo me sentí el respecto, mi asombro me impidió explicarle que eso no era ni de lejos lo que yo quería y así fue como llegué a mi salón de quinto grado con un maletín ejecutivo negro como si fuera una vendedora de seguros y dispuesta a enfrentar uno de los primeros ridículos de mi vida.
Para mi sorpresa para el final del año escolar más de la mitad de la clase había cambiado el bulto por el maletín ejecutivo y de ahí en adelante se puso de moda y se empezó a usar en todos los colegios. Sin embargo nunca me consideré ni original, ni de vanguardia, ni nada parecido.
La originalidad puede estar en cualquier cosa y ser el resultado de un malentendido o de una situación inesperada, es la casualidad, esa suma de circunstancias imprevisibles pero también puede ser producto de un acto reflexivo.
Es el ¡eureka! de Arquímedes y entonces pudiera decirse que la originalidad se asocia al pensamiento que descubre algo. Es entender, es hacer consciente una idea.
Eso es una cosa y otra distinta la notoriedad, que es esa cualidad de ser reconocido por algo y ser por ejemplo admirado o temido o envidiado.
Friedrich Nietzsche, uno de los seres más rebeldes del siglo XIX veía en los valores de su sociedad la mayor de las cadenas y la negación de la libertad que tanto defendía, esa libertad que desarrolló en su pensamiento filosófico, llevándolo al nihilismo, una postura tan extrema que lo hizo renunciar a la nacionalidad alemana y quedar como apátrida por el resto de su vida pero esto no impidió que desarrollara un pensamiento respetado en la Europa de su época y que se ha proyectado hasta nuestros días.
Escritor de aforismos, esos pensamientos cortos y repentinos donde manifiesta ideas que no siempre resultan coherentes o que muchas de ellas se presentan contradictorias, son sin duda una muestra de su personalidad y su manera de entender el mundo. Creo recordar haber leído en Humano, demasiado humano un pensamiento suyo sobre la originalidad que me ha acompañado desde hace años, trataré de expresarlo por aquí evitando la tentación de buscarlo en Google porque el libro ya no lo tengo y me parece sano ejercitar la memoria.
Nietzsche plantea que ser original no es ni descubrir, ni crear algo nuevo sino aproximarse a lo que ya existe y entenderlo de una manera distinta.
Entendiéndolo así para ser original hay que ser como los niños, mirar con cierta ingenuidad y dejarse sorprender por el vuelo de una mariposa o el ritmo de una melodía sin el prejuicio de que sea un reguetón o una ópera. Es ver con sencillez y a la vez con perspectivas múltiples.
Por eso creo que ser original no es ser diferente, tiene más que ver con el proceso de individuación del que habla Carl Jung y que se refiere a las experiencias que vivimos y nos van modelando a lo largo del tiempo haciéndonos lo que somos.
No quiere decir esto que por ser originales seamos personas reconocidas o públicas, creer eso es conocer poco de la naturaleza humana, una persona original puede ser perfectamente anónima y además perfectamente feliz o infeliz.
Ejemplos hay muchos, se me ocurre el de la primera mujer que participó en la maratón de Boston, Katherine Switzer en 1967 esa es la historia de alguien que busca pasar desapercibida para alcanzar una meta.
Está esa anécdota de Beethoven quien siendo un personaje público y famoso un día andando por la calle en muy malas fachas lo detienen como si fuera un mendigo y no le creyeron cuando se identificó porque hay algo asociado a la imagen pública, esa fantasía de la mente colectiva que crea prototipos ajenos a la realidad.
Al final cada uno es el protagonista de su propia película.
La equivocación de pensar que la originalidad está asociada al reconocimiento público es comprensible, sobre todo en la tradición de la sociedad occidental y el mundo contemporáneo donde se confunde la individualidad con la originalidad a la vez que se asocian ambos fenómenos, como objetos de la experiencia sensible, a la fama y esta última con el éxito.
Jung describe el desarrollo de la individualidad como un proceso que desarrollamos a todo lo largo de nuestra vida y nos hace ser lo que somos, ese proceso de ¨individuación¨ es producto tanto de nuestro ser consciente como inconsciente, ese juego entre racionalidad e irracionalidad nos da nuestra personalidad específica, nos hace persona.
¨…el héroe es ese yo que decide bajar al mundo subterráneo de su interioridad y enfrentarse a sus monstruos, se apodera de su mágica fuerza una vez son vencidos y retorna enriquecido por él sí mismo, habiendo conseguido una armoniosa integración de sus fragmentos anímicos perdidos. ¨
Todos los seres humanos tenemos nuestros ídolos, esas personas que admiramos y a quienes consciente o inconscientemente nos queremos parecer.
Esto lo ha entendido muy bien el mundo de la publicidad y el mercadeo utilizándolo en la política, la religión, el deporte, el mundo del espectáculo, la moda y un largo etcétera de productos asociados a ellos.
El show business ha existido siempre, Eurípides, Shakespeare o Moliere lo utilizaron al igual que Mozart o los Beatles, el siglo XX se manejó con la radio y la televisión ahora todo pasa por las redes sociales. Eso que conocemos como las tendencias y la viralización suele definir los gustos del público, personas de todo el mundo y los más variados intereses que son atrapadas por una melodía, una frase, una imagen, una tontería.
No soy capaz de saber cuanta gente se cree especial porque se identifica con Elon Musk, Volodimir Zelenski, Michelle Obama, Leonel Messi, Shakira o Jennifer Aniston, lo que si es cierto es que la vanidad nos mueve a todos en algún momento pero no por usar la camiseta de Messi, llevar el pelo como Shakira o usar Twitter vamos a ser originales, tal vez nos sintamos ingenuamente más ¨fashion¨ que el promedio.
El ego ese animalito brutal que tenemos todos nos acerca a ciertos personajes o a ciertos intereses y nos aleja de otros, según nuestro ego escogemos con base en nuestros instintos, nuestra conciencia y nuestra aproximación a la realidad.
Detengámonos a pensar si realmente hemos desarrollado unos valores propios a partir de la admiración que sentimos por alguien, debemos entender y tener consciencia de cuando nos identificamos y reconocemos la influencia de un maestro en nuestras vidas, alguien que ha dejado en nosotros una huella a partir de la cual hemos desarrollado nuestro propio camino.
Igualmente debemos tener la suficiente humildad e inteligencia para aceptar que a veces somos unos simples imitadores, nos dejamos atrapar por la imagen, somos seducidos por la vanidad y que eso también tiene su encanto y su momento.
No creo que nadie pretenda ser estoico desde que nace hasta que muere o vivir como Diógenes el cínico en una tinaja y contestarle a Alejandro Magno que por favor se quitara que le estaba tapando el sol.
A veces somos frívolos, a veces profundos pero la mayor parte del tiempo vivimos en esa zona intermedia relajada y tranquila donde nos olvidamos de nosotros mismos frente al mundo exterior refugiándonos en nuestro subconsciente y nos permitimos soñar que somos originales.
Ser o no ser …esa es la cuestión.
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