El 7 de noviembre de 2024 el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela se llenó casi a tope.
El Aula Magna recibía la visita de Riken Yamamoto, el arquitecto japonés ganador del premio Pritzker 2024.
Yamamoto nace en China en 1945 de padres japoneses, cuando su padre que era ingeniero consigue trabajo en ese país. La familia regresó a Japón en 1947 cuando Yamamoto tenía dos años, su vida de niño y adolescente se desarrolla en Yokohama.
Se gradúa de arquitecto en 1967 y comienza su trabajo profesional hasta abrir su propia oficina en 1973, Yamamoto & Field Shop Co. Ltd. Su experiencia docente formal es relativamente reciente comenzó en el año 2000 en la Universidad Nacional de Yokohama y para 2015 se traslada a la Universidad de Nihon.
Uno de los fundamentos para que se le otorgue el premio Pritzker 2024 y cito textualmente es:
«por crear conciencia en la comunidad sobre cuál es la responsabilidad
de la demanda social, por cuestionar la disciplina de la arquitectura,
por calibrar cada respuesta arquitectónica individual y, sobre todo,
por recordarnos que en arquitectura, como en democracia,
los espacios deben crearse teniendo en cuenta la voluntad de la gente»
No olvidemos este párrafo sobre el que volveré más adelante.
La obra de Yamamoto busca, tal como lo expresó él mismo, la integración del espacio público con el privado para que las personas interactúen más estrechamente y más fluidamente.
Desde el punto de vista formal sus diseños se ajustan a lo cartesiano, se organizan en retículas espaciales, bastante ortogonales que contienen los distintos desarrollos volumétricos y funcionales.
Desde mi punto de vista es una arquitectura más bien fría y geométricamente austera, esto tal vez tenga que ver con los principios culturales de una sociedad como la japonesa que no es precisamente dicharachera y espontánea, sino ajustada a reglas y protocolos que definen los vínculos sociales.
Según lo expresado por Yamamoto, le interesa promover unas relaciones más cercana entre los habitantes – usuarios de sus edificios, con esta intención promueve la interacción entre el espacio público y el privado rompiendo los límites precisos entre uno y otro, para lograr esto se sirve entre otras estrategias de la conexión visual que desarrolla en sus proyectos.
Nos encontramos ante edificaciones que buscan la trasparencia por eso predomina el uso del vidrio en sus proyectos, al igual que el desarrollo de espacios permeables, sin demasiados límites físicos explícitos, aunque desde el punto de vista espacial es inevitable que aparezcan barreras, ya determinadas por terrazas, puentes, patios, ventanales, barandas o pasillos que marcan el recorrido de los ámbitos que diseña.
La arquitectura de Yamamoto se ha construido principalmente en Japón, China, Corea y Suiza países con una idiosincrasia muy distinta a la de los países latinos y aun más alejada de la idiosincrasia caribeña de la que los venezolanos formamos parte.
Otra cosa obvia al revisar su obra es su alto costo económico, es una arquitectura de alto presupuesto tal como lo evidencia el uso de los materiales.
El vidrio de alta gama, el acero, el aluminio y el concreto armado de alto rendimiento son los materiales principales en la obra de Yamamoto y sin duda su expresión es impecable, sumándole además el comportamiento social de los usuarios que no son invasivos, son respetuosos, mantienen el orden y la limpieza, lo que influye en la visión arquitectónica de unos espacios que siempre parecen recién inaugurados.
Sin embargo una de las apuestas de Yamamoto es conseguir esa conexión mas estrecha entre los usuarios, de ahí su interés en que entre lo público y lo privado se presenten unos límites muy diluidos, esto conduce una interacción inevitable entre las personas que por lo que él mismo exponía en su conferencia en el Aula Magna de la Ciudad Universitaria de Caracas, no siempre es bien aceptada o recibida. Contaba como anécdota que en su diseño de una de las universidades, creo que la de Nagoya, él proponía que los ascensores fueran transparentes y los profesores se negaron a esta idea por la necesidad de mantener la privacidad.
Es decir que los japoneses tal vez estén dispuestos a la exposición y la interrelación pública pero no tanto como lo estamos los venezolanos, donde la tolerancia a soportar la invasión por parte del ¨otro¨ es mayor, lo que no quiere decir que no nos importe.
El japones es gregario, ordenado pero distante, el venezolano individualista, desordenado y tan cercano que caemos en lo entrometido, como se tiene que haber dado cuenta el señor Yamamoto en su corta visita.
La conferencia de Yamamoto en el Aula Magna ha dejado en muchos de los que acudimos a ella, para no decir que en todos, una triste decepción que no tiene que ver con su obra, tiene que ver con su discurso que a no más de cinco minutos de haber comenzado se pronunció por alabar e identificarse con Hugo Chávez y el gobierno actual, indicando que al haber visitado el 23 de Enero y parte de San Agustín había visto como se ha logrado esa relación entre el espacio público y el espacio privado donde la comunidad es protagonista gracias al esfuerzo de la gestión gubernamental actual.
¿Es posible que un intelectual de tal prestigio y de un país del primer mundo tenga tal opinión sin argumentarla con seriedad y profundidad?
El silencio que se produjo en el Aula Magna al momento de pronunciar sus palabras fue atronador, luego un tenue murmullo general y una contención muy decente de todos los que estábamos presentes. Ante estas palabras iniciales todo lo que Yamamoto dijo después resultó intrascendente, vacío, poco importante.
Reflexionando sobre este acontecimiento, he de reconocer que fuimos ingenuos en grado superlativo, debimos saber que esta visita no era gratuita, nos faltó sentido crítico previo porque nos dejamos llevar por el entusiasmo que implicaba la presencia de una personalidad que acababa de recibir una distinción tan importante y con la que teníamos la oportunidad de compartir en nuestro país, en Caracas, en la Ciudad Universitaria donde profesores y estudiantes de arquitectura de todo el país nos reuníamos para celebrar el sentido de la profesión cobijados por las nubes de Calder y la espacialidad del diseño de Carlos Raúl Villanueva.
No es posible creer que Riken Yamamoto desconozca la situación de la Venezuela actual, sus presos políticos, la pobreza generalizada de su población y la precariedad en la que se encuentran sus servicios públicos, pero más imposible es pensar que el gobierno japones y la embajada de Japón no conozcan la situación por la que atraviesa el país y no lo hayan conversado con él.
La denuncias por múltiples canales de información hasta llegar a la Corte Penal Internacional dan muestra de esta situación, la Universidad Central de Venezuela tiene profesores y estudiantes detenidos a los que se les niega una defensa justa por reclamar sus derechos, haber sido miembros de mesa o simplemente estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Japón se presenta como una democracia respetuosa de los derechos humanos y está clasificada como la cuarta economía más grande y sólida del mundo ¿qué interés puede tener el gobierno japones en un país como Venezuela para promover y permitir la visita del premio Pritzker 2024? Es inevitable no hacerse esta pregunta.
Si como anuncia el comité del premio Pritzker, el arquitecto Yamamoto nos recuerda que en arquitectura como en democracia los espacios deben hacerse teniendo en cuenta la voluntad de la gente, creo que es necesario recordarle al señor Yamamoto que en este país la democracia está sujeta a la más perversa de las actuaciones políticas por parte de un gobierno negado a reconocer elecciones, derechos humanos, libertad de expresión, libertad política y libertades económicas por lo tanto es poco lo que se reconoce la voluntad de la gente.
La Comisión Presidencial dirigida por Delcy Rodríguez fue la encargada de gestionar la visita de Riken Yamamoto a Venezuela, es imposible no pensar en las múltiples tramas de corrupción a las que se asocia el nombre de Rodríguez.
¿Riken Yamamoto desconoce la situación venezolana?
¿Entró al país con los ojos cerrados y se marchó con la ficticia idea de una sociedad venezolana integrada y feliz, donde el espacio público es producto de democráticas decisiones sociales?
Si como se presenta ante el mundo el honor es fundamental en la cultura japonesa, pienso que más honorable hubiera sido no venir, declinar la invitación o al menos más honorable era no envenenar su discurso.
Por otro lado los venezolanos tenemos que desarrollar nuestro sentido crítico, aprender a ver más allá de la emotividad primaria, a no dejarnos llevar por la novedad, tal vez así hubiéramos estado preparados para el golpe y sido menos ingenuos.
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