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Lugares que dejan huella: Köln

Hortensia Pérez Machado 1 año ago 0 1

A orillas del Rin, en la región oeste de Alemania se encuentra la ciudad de Colonia o Köln en alemán, lugar en el que estuve solo un día o más bien un rato de los más nutritivos de mi experiencia arquitectónica.

Su origen – el de Colonia – es muy remoto del 38 a.C. pero, se transforma en ciudad bajo el gobierno romano del emperador Claudio para el año 50 d.C. ya que su esposa Agripina, se dice que había nacido allí y el emperador quiso honrar su lugar de nacimiento dándole su nombre y también la jerarquía de ciudad. Colonia Claudia Ara Agrippinensium.

Colonia se convirtió en un importante centro militar y comercial para el imperio romano hasta que los pueblos germánicos conocidos como los francos tomaron el control de la ciudad para el siglo V, en la alta edad media. En el siglo VII la ciudad es saqueada por los vikingos pero los colonese mostraron ser buenos negociadores para librarse de ellos y buenos estrategas al reforzar y ampliar sus murallas para contener subsiguientes invasiones.

Paulatinamente Colonia se convirtió en una importante ciudad cristiana, tanto que para el siglo IX se trasladan a ella las reliquias de los Reyes Magos que estaban en Milán y para el siglo XII Colonia es la ciudad más importante de la cristiandad alemana, por lo que para el siglo XIII se decide comenzar la construcción de la catedral de Colonia una de las más impresionantes del gótico y que se convirtió por siglos en el edificio más alto del mundo a pesar de que su  construcción se prolongó por más de 600 años.

Cuando conocí esta iglesia me impactaron sus dimensiones y su contraste con el contexto, la catedral es armoniosa en si misma pero marca una jerarquía que domina al resto de las edificaciones que la rodean y las minimiza, las subyuga sin misericordia.

A pesar de sus magníficas proporciones y su fuerza volumétrica la catedral me dejó una sensación tenebrosa que no he sentido con otras catedrales góticas, tal vez por su belleza titánica y ennegrecida que impresiona a todo el que la visita.

En lo personal Colonia me pareció una ciudad acompasada con una ciudadanía armoniosa y tranquila que disfruta de su ciudad. No deja de llamarme la atención que sea la ciudad bandera del carnaval alemán que además comienza el 11 de noviembre a las 11:11 de la mañana con una serie de eventos que tienen su punto culminante en febrero durante la semana del carnaval que se celebra internacionalmente y hacen de Colonia un centro festivo de importante recorrido turístico.

Como otro dato sobre la ciudad la feria de arte más antigua del mundo es la Art Cologne y espero que sea parte de mi visita en otra ocasión.

Siguiendo mi recorrido por la ciudad visité una tienda icónica. Recuerdo que mi abuela usaba una colonia llamada 4711 que era muy popular en Caracas y creo que en muchos lugares del mundo, el frasco era una botella de vidrio con una etiqueta en azul turquesa, su olor me viene a la memoria cítrico y meloso. La casa matriz de esa fragancia está en la ciudad de Colonia y tuve la oportunidad de conocerla pese a que Luis, mi anfitrión, no podía entender cómo era posible que quisiera visitar un lugar tan kitsch y que definitivamente para él resultaba apestoso, en cambio para mí era un encuentro con un pasado familiar.

La tienda toda decorada en tonos turquesa con una fuente en el medio por la que corre supuestamente la fragancia es realmente kitsch, un negocio para turistas con una variedad de productos de los que recuerdo la colonia y los jabones porque mi abuela los compraba y su imagen se ha mantenido intacta, no en mi cabeza sino en la perfumería, algo que a mí me resultó curioso e hilarante y a Luis desesperante.

Colonia es una ciudad que ha sobrevivido elegantemente pese a quedar destruida durante la segunda guerra mundial por la Operación Millennium en 1942 y 1943 cuando fue bombardeada sin misericordia por los Aliados. En el primer ataque por la aviación británica la ciudad quedo destruida y la población diezmada con más de 20.000 muertos, 13.000 edificios destruidos y 600 dañados, entre ellos la catedral. En el segundo ataque por la aviación estadounidense los coloneses se habían puesto a resguardo fuera de la ciudad y las muertes fueron mínimas pero en cuanto a edificaciones la ciudad quedó arrasada, las fotografías de la época dan testimonio de ello.

Sin embargo al finalizar la guerra la recuperación de Colonia se emprendió sin prisa pero sin pausa y en poco tiempo volvió a ser la ciudad prospera de otros tiempos gracias a la templanza de su población.

Al inicio de aquella tarde pensaba yo, sin ninguna originalidad en como la guerra puede destruir en minutos lo que lleva siglos en ser construido, lo hacía sentada en un hermoso y contemporáneo café de Colonia disfrutando un estrúdel de manzana.

Lo más relevante y sobrecogedor de mi viaje a Colonia fue mi visita al museo Kolumba diseñado por Peter Zumthor quien sintetizó el espíritu milenario de la ciudad con la expresión posmoderna de una manera sublime, es difícil expresar el grado de sensibilidad que exuda ese conjunto arquitectónico.

La obra acoge vestigios que van desde los inicios romanos de la ciudad, pasan por el mundo medieval y se proyectan hasta la contemporaneidad de una manera sobria y a la vez lúdica.

La austeridad volumétrica del edificio cobija en su interior no solo arte sino una espacialidad que rompe los criterios cronológicos para presentarnos distintos pasados históricos mezclados con un presente indefinido que permite a la edificación adaptarse al devenir del tiempo.

La reconstrucción de Colonia para 1949 estuvo a cargo del arquitecto Rudolf Schwarz comenzando un plan urbano para la modernización de la ciudad. Durante mucho tiempo quedaron espacios que mostraban la destrucción sufrida durante la guerra y el planteamiento de Schwarz apuntó a no reconstruir, ni tampoco eliminar las ruinas, sino fusionarlas con las nuevas propuestas e integrarlas a las construcciones que se desarrollarían a partir de ese momento.

Esa idea de integrar la memoria histórica y la actualidad fue perfectamente interpretada por el arquitecto Peter Zumthor cuando realiza su propuesta para el museo Kolumba cuya construcción comenzó en el 2003 y concluyó en el 2007.

El exterior de la edificación que ocupa el terreno correspondiente a la iglesia gótica de Santa Columba es austero y sobrio pero cargado de una poesía inusitada.

El conjunto comienza por reconocer e inventariar todas las ruinas existentes en el sitio.

En el exterior del edificio se presentan distintos focos de atención, en una esquina del conjunto está una iglesia pequeña, en ella se mantuvieron los restos de la  capilla antigua que dejaron los bombardeos y que protege a la superviviente Virgen de las ruinas, esta pequeña capilla es parte del conjunto y a la vez es independiente, ella se sumerge en la totalidad del museo como el engranaje de una maquinaria perfectamente diseñada para ello, eso me atrapó al entrar más allá de mi ausencia de sentido religioso.

Al salir de este ámbito que me resultó más místico que sagrado y entrar a los espacios museísticos de arquitectura contemporánea, la sencillez del recorrido conduce a dos lugares contrastados que no se intuyen desde el exterior porque el museo tiene algo de bunker.

Al frente está el patio jardín, perfecto para cargarse de energía y paz interior, pero circulando a la derecha se accede a la zona arqueológica del museo, un lugar sorprendente y que me siento especialmente afortunada de haber visitado.

Se entra por una plataforma de madera a un estrecho puente flotante que recorre el espacio entre ruinas romanas, paredes románicas y arcos góticos, las columnas actuales que sostiene el techo a doble altura tratan de pasar desapercibidas gracias a su esbelta delgadez y su tono blancuzco. Recuerdo la iluminación del lugar en un tono impreciso y tenue debido a las bandas de ladrillo que a la manera de un bordado de muros calados filtraban la luz y el aire.

La sensación es la de estar en un lugar mágico donde el espectador se sumerge en tiempos múltiples. No hay ni una división, ni una clasificación temporal predispuesta, se ve lo que el paso del tiempo ha ido haciendo y deshaciendo, si se puede hablar del concepto de posmodernidad pues allí está resumido de la manera más poética que he podido presenciar en mi vida.

El resto del museo se compone de dos pisos superiores donde están las salas de exposiciones.

El primer piso es cerrado, sin ventanas, el recorrido conduce a un salón que contiene objetos de importante carácter religioso pertenecientes a la arquidiócesis de Colonia. El segundo piso con la mayor cantidad de espacio de exposiciones también permite contemplar el exterior inmediato de la ciudad Colonia, el recorrido se nutre de la luz de varios ventanales y también permite ver a los patios ajardinados del edificio y recuerdo una sala de lectura con unos sillones de cuero pero no hay biblioteca, por lo que infiero que cada visitante llevará su libro.

El museo Kolumba es una caja hecha de ladrillos blanquecinos, especialmente elaborados para el edificio, la materialidad del edificio tiene la belleza de su propia desnudez junto a la delicada filigrana que filtra la luz y el aire del exterior al interior.

Como dato curioso cuando se visita la zona arqueológica se puede escuchar una grabación hecha por el artista Bill Fontana quien recogió los sonidos de las aves y vuelos de palomas en las ruinas de la iglesia antes del inicio de la construcción, es un mapa acústico que inunda el espacio profundizando la sensación de travesía temporal que contiene el lugar.

Al salir del museo y seguir mi paseo por la ciudad visité la librería de la editorial Taschen que es original de Colonia dedicada a publicaciones de arte, diseño y arquitectura.

Aquí impulsivamente compré un libro de Shigeru Ban que solamente había en alemán, una locura desde todo punto de vista, comprar un libro sobre un arquitecto japonés, escrito en alemán por alguien que de alemán no entiende nada.

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Hortensia Perez Machado es Arquitecta, Licenciada en Arte, mención Cine, que es una de sus pasiones. Es profesora en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela, y está encargada de su maravillosa biblioteca en ese patrimonio de la humanidad.

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