The Mandalorian no es tan original como crees.

Si te suena de alguna parte la épica del guerrero y el niño que le acompaña, te contamos dónde es probable la hayas visto antes.

La serie The Mandalorian se ha convertido en la gran sensación de audiencia y crítica de Disney Plus, pero su historia no es del todo original. Si te suena de alguna parte la épica del guerrero y el niño que le acompaña, te contamos dónde es probable la hayas visto antes. 

Un hombre solitario que intenta sobrevivir a los despojos de su civilización, cruza un Imperio en ruinas. Debe además, enfrentar un territorio hostil y potencialmente peligroso en el que le esperan todo tipo de enemigos. Pero no viaja solo: lleva a cuestas un niño en apariencia inofensivo, al que intenta proteger de las amenazas que ambos puedan sufrir. 

No, no se trata de la sinopsis del más reciente éxito de la franquicia Star Wars y serie emblema de Disney Plus: en realidad te contamos la premisa central del manga del ’76 Lone Wolf and Cub de Kazuo Koike, una de las historias más icónicas del género y que es la influencia más directa — y evidente — de la trama de The Mandalorian. El mismo showrunner Jon Favreau ha dicho en más de una oportunidad, que el tono del manga así como la relación entre los personajes es de hecho, la inspiración definitiva del vinculo entre el mandaloriano y su pequeño protegido. 

Un largo trayecto en solitario.

La historia de Lone Wolf and Cub creada por Kazuo Koike e ilustrada por Goseki Kojima, fue publicado por primera vez en la revista Weekly Manga Action, a finales de la década de los setenta. Se trata de una drama tradicional nipón, basado en un análisis de los valores japoneses y su percepción sobre el bien y el mal como formas de honor. 

El manga cuenta la historia del verdugo shogun Ogami Ittō, que luego del asesinato de su esposa por parte de un clan local, se ve obligado a convertirse en un asesino a sueldo y sufrir la deshonra de perder su integridad y valor en medio de una tenaz lucha por la supervivencia. Como un guerrero caído en desgracia, a Ogami se le brinda la posibilidad de cometer un suicidio ritual y al menos, recuperar la dignidad en la muerte. Pero el rito incluye a su hijo Daigorō. Atormentado por la culpa, Ogami le da al bebé la posibilidad de elegir entre un arma tradicional — y por lo tanto la muerte — o un juguete infantil. el bebé elige este último, por lo que su padre asume que el destino le indica debe desentrañar el misterio en torno al asesinato de su mujer, buscar venganza y además, proteger a su hijo. Todo en medio de una asombrosa búsqueda de venganza, justicia y redención. 

A grandes rasgos, es la misma historia de The Mandalorian, en la que Mando se encuentra desterrado — como la mayoría de los mandalorianos — de su planeta natal y debe luchar por sobrevivir, en medio de un recorrido por el borde exterior de la galaxia, en la que aun proliferan los restos del agonizante Imperio. Tanto una historia como la otra, analizan el poder de las convicciones morales de sus personajes — a pesar de la pérdida de su identidad — además claro, de su relación con el pequeño niño a su cargo. En el manga, Ogami no se muestra en especial paternal con el pequeño Daigorō, de la misma forma en que Mando todavía asume al Niño, más como una víctima de una situación que les sobrepasa a ambos, que como un pequeño protegido al que debe cuidar desde algún tipo de relación emocional. No obstante, de la misma manera que en el manga de Kazuo Koike, es probable que la relación entre ambos evolucione hasta convertirse en un vinculo real que implique una cuestión de índole moral y ética para el mandaloriano. 

Sables de metal y de luz. 

Lone Wolf y Cub fue publicada en la década de 1970, lo que haría coincidir su aparición en la cultura pop con la llegada a la pantalla grande de Star Wars. Por supuesto, se trata más de una curiosidad cronológica que de otra índole, que sin embargo, podría explicar la decisión de Jon Favreau de usar la historia como una referencia para la primera serie live action de la franquicia intergalactica. ¿La razón? toda la saga imaginada por George Lucas tiene una marcada relación con la cultura japonesa y en especial, la percepción sobre el honor, el valor y el poder en la cultura nipona. 

El mismo Lucas ha sido muy abierto en la forma en que varias narraciones japonesas tradicionales y contemporáneas influyeron sobre su obra. Desde los arquetipos fantásticos de La fortaleza oculta (1958) de Akira Kurosawa, de la que el director tomó varias de las ideas principales para la trilogía original de Star Wars, hasta historias de samuráis de lobos solitarios en busca de redención como la de Kazuo Koike, la cultura y la concepción sobre el poder espiritual y moral japonesa ha sido de considerable importancia para entender el trasfondo de Star Wars. Más recientemente, Jon Favreau comentó que imaginaba al código de honor mandaloriano de la misma forma en que se muestra en Zatoichi (2003) de Takeshi Kitano, en la que el sentido del poder interior y las decisiones de índole moral tiene una enorme importancia en el desarrollo del argumento. 

Un recorrido apasionante. 

La serie original de Lone Wolf and Cub se publicó durante seis años y tuvo tanto éxito en Japón que, a solo dos años de su debut, se estrenaron tres largometrajes basados ​​en la serie. Lone Wolf y Cub: Sword of Vengeance (1972) de Kenji Misumi presentó a Tomisaburo Wakayama como Ogami. La película asombró por su forma de narrar las mismas circunstancias del manga con un especial acento en el drama, sin caer en tremendismos o incluso, en sermones éticos sobre la violenta actuación de su personaje principal. 

Misumi convirtió a la historia principal en la primera de una saga que incluye a Lone Wolf y Cub: Baby Cart en el río Styx y Lone Wolf and Cub: Baby Cart to Hades, ambas estrenadas en ’72. Los tres films siguen las sombrías aventuras del ronin errante y su hijo mientras se enfrentan a la vida en los trillados caminos del Japón de la era Edo. Al final, la saga se compondría de seis films, que de la misma manera que el cómic, son una mirada muy poco usual al mundo de los guerreros japoneses: hay un considerable compromiso con hechos de sangre, la violencia y el drama a pesar de presentar a un niño pequeño como protagonista principal. Al igual que el manga, las películas son una mezcla de acción de época clásica con un poco de drama familiar sincero, ya que Ogami intenta encontrar un lugar en el mundo para él y su hijo, a pesar que de vez en cuando el padre debe decapitar y asesinar de las más variadas y crueles maneras a sus adversarios. 

Con una temporada y por ahora, dos capítulos a cuestas, es evidente que la premisa de The Mandalorian sigue el mismo ritmo que el tradicional manga japonés, aunque todavía Favreau no se decide a brindar a la relación de Mando con el pequeño Baby Yoda un cariz más emocional de la que ha sido hasta ahora. No obstante, es más que probable que nuestro héroe deba enfrentar unas cuantas disyuntivas de considerable peso, ahora que la decisión de entregar al bebé a su especie — o al menos, al cuidado de los Jedi — les llevará a enfrentar todo tipo de enemigos y por último, una revelación final de considerable importancia. ¿Podría Mando descubrir que su relación con el niño es más que la de un protector y que al final, terminará por sentir verdadero afecto por su joven pupilo? Sólo resta esperar el resto de los capítulos para conocer hacia cuál lugar — y sus consecuencias — nos conduce la trama. 

Aglaia Berlutti

Aglaia Berlutti es abogada, fotógrafa y escritora, ha dedicado buena parte de su trabajo profesional en ambas disciplinas a la profundizar en la iconografía femenina, con especial énfasis en la mujer que crea y la divinidad femenina. Actualmente se desempeña como profesora de Autorretrato, fotografía en Film e historia de la fotografía en Venezuela en la Escuela Foto Arte, fotógrafa independiente y editora en la revista dedicada a la temática del horror Penumbria de México.

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