La renuncia silenciosa o tú haces que me pagas y yo hago que trabajo.

“Dormía y soñé que la vida era belleza; desperté y advertí que es deber”. “De dónde viene el ser humano todos lo sabemos, a donde quiere llegar pocos lo conocen”. “La felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación”. “La libertad es aquella facultad que aumenta la utilidad de todas las demás facultades”

-Immanuel Kant

Los seres humanos somos imperfectos, lo que desde el punto de vista kantiano parece más bien un defecto.

Immanuel Kant expuso de manera extraordinaria la relación entre la experiencia y el desarrollo del conocimiento, de cómo nuestro conocimiento empieza con nuestros sentidos que nos permiten conectarnos con la experiencia sensible del mundo. Ante esto Kant se pregunta si es posible desarrollar algún conocimiento que sea independiente de la experiencia y nos enfrenta a lo que él llama el conocimiento ¨a priori¨ con el que de manera inconsciente adquirimos datos que nos permiten desarrollar eso que llamamos ¨sentido común¨ pero que luego se transforma en un ¨valor absoluto¨ y de ahí llegamos al ¨juicio¨  que puede marcar el destino de una sociedad por ejemplo durante el medioevo se pensó que la tierra era plana y ningún humano en su sano juicio se aventuraría hasta los confines de los mares pues caería a un vacío desconocido y se enfrentaría a la muerte, entonces aparecen los audaces como Colón y los hermanos Pinzón, porque como lo desarrolla Kant en su Crítica de la razón pura, la experiencia es inevitable y la humanidad continúa adquiriendo conocimiento que desarrolla tanto en la práctica como en la teoría. Teoría que -y aquí me separo un poco de Kant – nos lleva a ¨el soñar¨, ese pensar que algo es posible antes de comprobarlo, 

Hoy, cuatro siglos después me pregunto qué pensaría Kant de la manera de pensar y actuar del mundo en el que vivimos donde la posmodernidad nos empuja cada vez más a una diversidad de criterios donde la experiencia parece quedar al albedrío de las redes sociales, quedando manipulada más allá de cualquier concordancia o exploración entre experiencia, teoría y emocionalidad.

La Globalización apunta a que en el planeta Tierra nada sea desconocido, podemos saber lo que sucede en cualquier lugar si alguien allí tiene el dispositivo adecuado para transmitir la información. Siendo así los distintos países que conforman el planeta -todos y cada uno- deberían formar parte de un proceso económico, social, cultural, tecnológico y político que permitiera un desarrollo equivalente en todos los sentidos, pero la teoría es una cosa y la práctica es otra distinta. El mundo en el que vivimos de equivalente no tiene nada y el concepto de justicia es muy variado.

Los principios democráticos y de libertad que deberían acompañar a la globalización no están presentes en la mayoría de los países, en contraste todos quieren participar de los beneficios económicos que la globalización ofrece. Esta situación produce una desarticulación entre economía y justicia social y la brecha entre países políticamente ¨justos¨ e ¨injustos¨ se hace más pronunciada, con el agravante de que los unos se hacen de la vista gorda ante los otros, viendo solo la oportunidad de alcanzar sus propios intereses.

La panacea de la globalización con esa maravillosa posibilidad de prosperidad global se transforma en la frustración de muchas personas que viven al margen del desarrollo económico personal, pero trabajan para el desarrollo de una élite que habla de la globalización solo en sus términos y no piensa ni remotamente en los derechos laborales de sus empleados y para colmo estructura un discurso político, económico y social completamente sesgado que simula una prosperidad que no brinda…sí, piense más en los países que no son precisamente los capitalistas.

La mayoría de los países se presentan como democráticos, respetuosos del estado de derecho y los principios constitucionales que amparan los derechos fundamentales de la población, la legalidad basada en la separación de los poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) y la libertad individual. 

Sin embargo, los ciudadanos deben luchar a diario para que esos derechos se respeten y son muchos los países en lo que esa lucha es una batalla perdida y esto no solo sucede en esos países donde la democracia o no existe directamente o es solo una mentira forzada como verdad. También en países avalados por sistemas democráticos con sociedades más comprometidas y participativas estamos viendo el desencanto de los ciudadanos que ya no sienten confianza en sus políticos, ni tampoco en las élites que deberían marcar el rumbo del desarrollo y el progreso de esas naciones.

Y es que, aunque parezca que hablar de élites y naciones se corresponde con ideales anticuados más propios del romanticismo, las élites y las naciones siguen existiendo, al igual que la esclavitud.

No solo es esclavo el que está condenado a ser propiedad de otro como sucedía en la antigüedad o en el siglo diecinueve, la esclavitud aún existe hoy en día, tal vez de una manera más oscura, más perversa, ya que aparenta no serlo. Hay gente que no tiene alternativa más que el trabajo forzoso, la servidumbre, la prostitución, el trabajo infantil, seres humanos que viven sin libertad para decidir su destino.

En un estudio realizado por The Economist para el año 2020 de 165 países registrados solo 75 son democracias, de estos 75 solo 23 son democracias plenas, 52 son democracias defectuosas, mientras que las 90 restantes son regímenes no democráticos y si bien el último lugar lo tiene bien ganado Corea del norte, no hay que perder de vista que en esa lista roja está Venezuela, junto a Cuba y Nicaragua donde la separación de poderes que define el Estado de Derecho dejó de existir siendo sustituida por el uso arbitrario del poder.

Viendo el mundo desde este lado de los 90 ¨restantes¨ me llama la atención el fenómeno de la ¨gran renuncia ¨ de la que se habla en Europa y Estados Unidos a raíz de la pandemia desatada por el COVID 19 y ahora ya a finales del 2022 de la ¨renuncia silenciosa¨ 

Gente que no está contenta con sus trabajos, bien pagados y relativamente cómodos, decide dejarlos masivamente y explorar otras formas de vivir. Esto solo es cierto en parte porque tanto en Canadá, Estados Unidos como en Europa, la pandemia obligó a muchas empresas a prescindir de sus trabajadores temporalmente pero muchos de ellos decidieron no regresar, he aquí el tema de la ¨gran renuncia¨ que parece ser una reflexión del llamado ¨primer mundo¨ sobre sus opciones de vida pero como no todos pueden darse el lujo de decir ¨yo no trabajo más aquí¨ están los que parecen decir este trabajo no me satisface pero como no me puedo ir, cumplo con lo mínimo y me dedico más a mis asuntos y mi vida, esos son los de la ¨renuncia silenciosa¨ atrás quedaron los ¨workaholic¨ las décadas de 1980 o 1990 del siglo pasado para quienes el trabajo era el centro de sus vidas. 

Los ¨millenials¨ ese grupo personas que tienen en este momento entre 25 y 40 años y están fuertemente influenciados por las redes sociales y la tecnología de internet, son los que renuncian.

Según Great Place to Work los millenials desean como todo el mundo un pago justo, pero también quieren hacer un trabajo que tenga sentido para ellos. Exigen beneficios que ya no son los tradicionales como los bonos o los permisos de maternidad, ellos quieren que se reconozcan derechos de diversidad sexual y a la vez contar con la posibilidad de escalar posiciones por el nivel de eficiencia y no por el género. También esperan que el lugar de trabajo sea confortable por eso los espacios de trabajo están cambiando, los millenials no aceptan simplemente un escritorio equipado, ellos piden libertad y movimiento, intercambio personal y encuentro con la naturaleza pues eso va directamente a una mejora en su salud mental y emocional. Además, ellos quieren ser escuchados, que su opinión cuente en el desarrollo de lo que hacen para la empresa. Si no cuentan con estas características en sus trabajos los millenials no dudan mucho en renunciar y buscar otra cosa.

Todo esto está muy bien allá en el ¨primer mundo¨ pero vamos a detenernos un momento en la situación del ¨tercer mundo¨, en la situación de Venezuela más específicamente donde antes de la pandemia ya mucha gente había renunciado a sus trabajos tradicionales porque simplemente los sueldos no cubrían las necesidades básicas y les resultaba mejor quedarse en sus casas y ver que ocupaciones temporales les eran más rentables y menos comprometidas de tiempo y responsabilidades a terceros.

Esta podemos decir fue la gran renuncia nacional, mientras otro grupo de ¨empleados¨ de distintos sectores comenzó también mucho antes de la pandemia con ese modelo que llaman la ¨renuncia silenciosa¨ porque asistir al trabajo resultaba ya entonces tan poco alentador no solo en cuanto a dinero, sino a expectativas de desarrollo laboral e intelectual que se produjo ese fenómeno de ¨tú haces que me pagas y yo hago que trabajo¨ así las cosas frustrados todos.

A esto hay que agregar que la mayoría de esos trabajadores frustrados empezaron a buscar otra entrada, un rebusque paralelo a ese trabajo que tan poco gratificante les resultaba, pero al que se aferraban por sus años de trabajo, la ilusión de una jubilación ridícula pero posible o en el peor de los casos porque no encontraban nada más estable que hacer para tener un dinero mes a mes.

Como se puede apreciar la gran renuncia o la renuncia silenciosa no es igual en todos lados y no hay que perder de vista que si en Europa, en Estados Unidos o en Canadá la gente va a dejar sus trabajos y probablemente las industrias bajen su producción y sus ventas, China, la India, Malasia, México y Perú por nombrar solo algunos, no lo van a hacer y en estos países los trabajadores encajan perfectamente en eso que ya mencionaba antes: el trabajo esclavo contemporáneo donde lo importante es la cantidad que se produce y el dinero que se consigue con eso y no la calidad del trabajo y del trabajador.

Las desigualdades son muy complejas de explicar o de entender, depende de cómo se vea, pero sobre todo son muy difíciles de superar en aquellos países donde no existe la libertad que brinda la democracia y el estado de derecho con poderes separados.

 

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Hortensia Pérez Machado

Hortensia Perez Machado es Arquitecta, Licenciada en Arte, mención Cine, que es una de sus pasiones. Es profesora en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela, y está encargada de su maravillosa biblioteca en ese patrimonio de la humanidad.

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